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Las inversiones hoteleras españolas en Cuba ante las particularidades de la isla


De común, la percepción sobre las oportunidades de negocios que ofrece Cuba y el marco legal referencial sobre la inversión extranjera en la isla suele verse con entusiasmo por muchos empresarios foráneos, sobre todo aquellos que con pretendida visión de futuro ven o tratan de ver “más allá” de las realidades y escenarios actuales.

Sin embargo, en no pocos casos esta perspectiva suele cambiar de tono con las aproximaciones y constataciones que, sobre todo en los recién llegados, se tiene nada más comienzan a implicarse en la dinámica singular que ofrece el entramado comercial de la isla.

Desde la perspectiva cubana las propias autoridades vienen mostrándose sensibles con la necesidad de resolver los problemas estructurales o sistémicos existentes y que demandan solución en el más breve plazo posible, para lo cual los exhortos van desde promover el cambio de mentalidad a nivel de todos los estamentos sociales, hasta la adopción de medidas concretas para simplificar y racionalizar la estructura burocrática y sus esquemas funcionales, lo que conceptualmente se engloba bajo el denominado proceso de actualización del modelo económico.

Otro motivo, que todos consideran “de peso”, se incorporó de súbito con protagonismo propio a la compleja realidad cubana desde el 17 de diciembre de 2014, cuando al unísono los dignatarios de Cuba y Estados Unidos anunciaron el, hasta ese momento inimaginable, acuerdo alcanzado al más alto nivel para iniciar el proceso de restablecimiento de relaciones entre ambos países, del cual, luego de transcurrido más de un año de aquella noticia, van a la delantera –como se suponía- las de corte comercial y empresarial.

Consistente con dicho proceso el Presidente Obama viene adoptando un grupo de medidas que la mayoría coincide se trata del inicio del final de deshielo en las relaciones comerciales, con su parada final en la derogación del conjunto de normas legales que soporta lo que los norteños llaman embargo y los cubanos bloqueo, a su vez recibidas en la isla con optimismo, aunque al mismo tiempo, con razón, consideradas insuficientes, en tanto la esencia de la confrontación comercial no ha desaparecido, fundamentalmente por la prohibición que pesa sobre Cuba para realizar transacciones financieras internacionales denominadas en dólares estadounidenses.

Una señal que añadió dramatismo al tema, aunque todo indica que las partes hacen esfuerzos para restarle trascendencia, fue el voto negativo de E.E.U.U contra la última resolución de la ONU sobre la necesidad de poner fin a dicha política, la que por mayoría, cada vez más abrumadora, viene aprobándose desde hace varios años por su Asamblea General.

Aun con la maleza y piedras que habrá que despejar del camino, una perspectiva inmediata que ilustra el nuevo contexto de dichas relaciones es el apreciable flujo de turistas provenientes, o que pueden provenir, de E.E.U.U, lo que a día de hoy está matizado por los recientes acuerdos suscritos entre ambos gobiernos en materia de transporte aéreo, y que, sólo en su inicio, ha estimado un flujo diario de más de cien vuelos de aerolíneas norteamericanas desde cualquiera de sus ciudades hacia Cuba.

Con seguridad los que con mayor alegría recibieron esta noticia, además de las propias aerolíneas, son los operadores hoteleros afincados en la isla o los que se proponen asistir al convite en dicho sector, por lo que supone en potenciación del mercado y la vinculación entre los diferentes circuitos en el área del Caribe. Pero al mismo tiempo surge la pregunta de sí el país está – no digo listo- preparado, para asumir, con los estándares debidos, la anunciada arribazón, en lo cual no son pocos los que abren una amplia interrogante.

Tales augurios llevan aparejados el emplazamiento a las autoridades cubanas del sector turístico para plantearse y replantearse las nuevas formas de actuación y participación idóneas que demandan tales circunstancias, pues no cabe suponer a futuro una oportunidad similar a la que se avecina. Por ello, hoy es más necesario que nunca solventar las posibilidades para la implantación y desempeño eficaz y diligente de los operadores hoteleros en Cuba, lo que nos conduce a evaluar los principales inconvenientes que enfrentan en la actualidad.

A estos fines, es preciso definir como “hotelero extranjero” al sujeto de los mismos, pues los problemas son iguales para cualquier operador extranjero en Cuba, con independencia de su nacionalidad de origen.

Para acotarlos singularmente, distinguiremos los dos escenarios donde regularmente interviene el hotelero extranjero en Cuba, esto es:

1.- Como inversionista en alguna de las formas jurídicas que para la inversión extranjera autoriza la ley.

2.- Como administrador de una instalación turística cuya propietaria es una entidad de capital cubano, identificadas societariamente como grupos hoteleros, como los casos de “Gran Caribe” y “Cubanacán” que funcionan bajo la órbita del Ministerio de Turismo (MINTUR) o el de “Gaviota” inserto en el Grupo de Administración Empresarial (GAE) perteneciente al sistema empresarial del Ministerio de las Fuerzas Armadas (MINFAR) así como las de capital mixto, consistentes en empresas mixtas de nacionalidad cubana (al estilo joint-venture) constituidas regularmente por una entidad cubana y una compañía extranjera.

1.- Como en todo proceder y país, existen circunstancias que inciden negativamente en la operativa del empresario extranjero incardinable en concepto de inversionista, de ellas estimamos que las más comúnmente persistentes están relacionadas con los aspectos como:

- Excesiva burocracia en la fase preliminar del negocio, tanto en los trámites de identificación del socio local, la negociación del proyecto hotelero, su aprobación y posterior autorización gubernamental previa, retrasando el momento dedicado al inicio de la real negociación y la tramitación efectiva de autorización de gobierno para crear la joint-venture encargada de ejecutar el proyecto.

Es decir, existe un proceso inicial, nada breve, que podríamos llamar “de negociación de las posibilidades de negociar” que debería tratar de reducirse, si no evitarse, mediante la complementación de los requisitos en una sola instancia.

- Dificultades para la selección de la entidad constructora, no sólo por la a veces falta de especialización o carencia efectiva de fuerza de trabajo en una zona geográfica determinada, para lo cual es importante disponer de conocimiento previo de las posibilidades existentes en el territorio donde se prevé ejecutar el proyecto. Tanto o más difícil resulta si se trata de constituir una Asociación Económica Internacional (AEI, un similar a la UTE española) para adjudicarle la obra, lo que implica obtener varias licencias administrativas que dilatan dicho proceso, además del propio de autorización gubernamental que conlleva la aprobación de la AEI.

Al mismo existe, por excepción, la implantación de una entidad constructora extranjera que ha regularizado sus operaciones en el país, absorbiendo un grupo considerable de obras con buenos resultados y garantías, lo que no obstante y a juicio del cliente, tanto por añadidura como por las carencias en el sector, va creando un escenario de oferta única. Es un segmento donde se echa de menos mayor concurrencia internacional.

- Frecuentes atrasos en el plazo de ejecución de las obras, que en el contexto cubano, apreciado en su conjunto y más allá de lo predominantemente anecdótico, se debe a disímiles causas que van desde las típicas y a veces regulares climatológicas, hasta las clásicas de tipo organizativas vinculadas con la entidad constructora o los suministros, lo que regularmente repercute en los términos previstos para la puesta en marcha de la instalación hotelera y consecuentemente en el de recuperación de la inversión, además de las implicaciones fiscales para los beneficios que le hayan concedido tomando en consideración la ejecución prevista del proyecto hotelero.

- Falta de tratamiento diferenciado de la empresa mixta. Por su constitución, estructura y funcionamiento, la empresa mixta que surge producto del esquema de inversión extranjera, debería gozar de independencia y autonomía en su gestión, lo que muchas veces no ocurre por la aplicación a que está sometida por normas imperativas internas, lo que implica sea considerada, a efectos instrumentales, como una empresa estatal cubana, subvirtiendo el estamento societario del que se sostiene, ello, lejos de suponer una ventaja como nacional, en términos prácticos representa dificultades, limitaciones y carencias.

- Prácticas proteccionistas. Es habitual, en tanto la actividad se encuentra enmarcada en un contexto de economía centrista y planificada, las usuales prácticas comerciales de protección al producto interno, por ello desde la etapa negociadora es visible la recomendación, preponderancia y sugerencias cualificadas en beneficio de proveedores cubanos, algunos ineficientes, con eventual repercusión importante en determinados niveles de suministros para los proyectos, con verdaderos escenarios de imposición de proveedores nacionales, a veces en detrimento de la calidad del producto.

- Dificultades financieras del socio cubano. Siendo parte de la realidad y necesidad del país, deficitario su régimen financiero por falta de acceso a créditos, debido, entre otras causas, a la normativa norteamericana aplicable a Cuba en dicha materia, suele darse la carencia del socio local en las aportaciones para la financiación comprometida de la inversión o de las ampliaciones del capital social convenidas, así como para el pago a proveedores externos y en ocasiones a los propios socios en la distribución de dividendos.

Una de las causas parece estar, en ocasiones, en la centralización del control de divisas que rige en el país, donde existe una comisión a cargo del Ministerio de Economía y Planificación (MEP) que puntualmente autoriza el pago al exterior de cualquier obligación a cargo de la entidad cubana, tanto estatal como mixta.

2.- Cuando de administrador hotelero se trata, existen algunas de las anteriores, especialmente las referidas a operaciones financieras, que también están presentes en este sector de la gestión hotelera.

A su vez y más en particular, existen y persisten, otras como las siguientes:

- Dificultades burocráticas, dependientes de toma de decisiones sectoriales y gubernamentales, propias y a veces insalvables derivadas de la estructura sistémica en que se encuentra ordenado el esquema empresarial cubano.

- Falta de estimulación salarial, conocido el debate hacia lo interno de la sociedad cubana toda sobre el tema del salario, matizado negativamente por la existencia de una dualidad de monedas de curso legal, entonces esta circunstancia se ve reflejada en todos los órdenes de la vida del país, y en cuanto a los trabajadores empleados en dichas instalaciones, también tiene su reflejo negativo innegable en los resultados de la explotación, por diversas vías.

- Habitual subvaloración, cuando no abandono, por parte de la Propiedad de la necesidad de inversión y reinversión en la instalación. Aún cuando se requiere mayores precisiones a fin de evitar generalizaciones injustas, no es menos cierto que existe tendencia a que predomine el interés recaudatorio, lo que conduce al deterioro y menoscabo de la calidad del producto, llegándose normalmente a la negociación para que el administrador extranjero financie estas acciones para el sostenimiento de la instalación, pactándose en consecuencia normas aditivas en los contratos de administración para posibilitar un retorno más rápido de la inversión, lo que aún así incide y compromete el normal resultado de la gestión.

- Condicionantes burocráticas de la gestión hotelera, muy habitualmente directamente contrarias a las prácticas e instrucciones de la cadena explotadora extranjera, en muchos ámbitos, lo que resulta fuente generadora de diferencias.

En cualquier caso, con sus virtudes y sus defectos, con los aires que soplan, el sector de la hostelería en Cuba demanda mayor creatividad, redefinición y reajuste de sus esquemas y sistemas, en un necesario y perentorio ejercicio instintivo de adaptación para hacer prosperar sus inversiones en la isla.

Julián Mateos Cuesta. Abogado Responsable Área Cuba Hispajuris en España

Arturo Mario Fernández Díaz. Abogado Coordinador de Hispajuris en Cuba

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